sábado, 17 de junio de 2017




Hola a todos. Os comento un extraño incidente que me sucedió cuando estaba navegando. La verdad es que no lo suelo comentar muy a menudo porque hay ciertas cosas que es mejor no decirlas, pero en el mundo globalizado en el que se ha convertido todo, pienso que la información debe ser revelada siempre que sea fidedigna y de interés.

Navegaba yo de alumno (oficial en prácticas) en la naviera Marítima del Norte, en el buque frigorífico Sierra Grana. Nos dirigíamos a Lobito segunda ciudad en importancia de Angola, en la provincia de Benguela, para recoger el pescado y el marisco que buques pesqueros españoles que faenaban allí, nos entregaban previamente empaquetado. Ellos daban frío a la mercancía a unos -18 grados ºC y nosotros en nuestras bodegas congelábamos dicha carga a -31 grados ºC y así no rompíamos la cadena del frío y nos asegurábamos que el producto llegase en perfectas condiciones a España,

Después de hacer consumo en Las Palmas de Gran Canarias, navegábamos bordeando la costa africana, para recorrer la distancia por el camino más corto y a la altura de Sierra Leona, nos alejábamos de la costa y trazábamos una línea recta que atravesaba el Golfo de Guinea para caer ya a la altura de Angola. Así realizábamos el viaje por la ruta más corta con el mínimo consumo posible. La velocidad económica de los buques mercantes (aquella en el que el barco consume menos combustible recorriendo una determinada distancia) es de 12 nudos, es decir 12 millas marinas por hora ( la milla marina equivale a 1852 metros)

Esa línea recta de la que hablo, suponía para nosotros una semana de navegación, en una ruta en la que apenas hay tráfico marítimo. Lo normal es que en ese tiempo nos podíamos cruzar con un barco a lo sumo o ninguno.

Pues bien, una noche salía yo de guardia de máquinas y me dirigí al puente, donde se encontraba el capitán del barco, le saludé y salí al alerón del puente (son pequeños puentes en voladizo al aire libre, situados a ambos lados del puente cubierto del barco) para respirar un poco de aire fresco y contemplar las estrellas. 

Por curiosidad  cogí los prismáticos y barrí el horizonte por si veía algún tráfico. Y en esto que a una distancia que calculé en unas cinco millas veo salir a ras de agua unos fuegos muy vivos como si se tratase de hogueras encendidas de un campamento de verano. Me aseguré bien de que lo que estaba viendo era real y comprobé que en esa dirección no había embarcación alguna que pudiera provocar con sus luces un efecto parecido. Después de un par de minutos de  observación, entré en el puente y le comenté al capitán el extraño suceso. Este salió al alerón y cogiendo los prismáticos me preguntó la dirección del extraño fenómeno. Se lo indiqué y estuvo mirando aquello un buen rato, mientras yo permanecía a su lado. Después me dijo : - No comentes nada a la tripulación- 

Al rato el fenómeno desapareció y yo bajé a mi camarote preocupado dándole vueltas al asunto. Me acuerdo que pensé que podían ser algas luminiscentes, que a veces se observan en la superficie del mar, y presentan tonalidades verdes, pero lo que vi no se parecía en nada a eso.

En los días siguientes seguimos navegando sin novedad y yo por supuesto no comenté a nadie el extraño suceso. 



lunes, 5 de junio de 2017



Hola a todos. En la página de Juegos de mesa he puesto un apartado histórico sobre Martín Alvarez Galán. Todo un ejemplo de patriotismo y entereza.